Como sustantivo, la percepción de mal alude a aquello que es opuesto al correctamente. El mal, por ende, supone un confín de la limpieza y de la moralidad: “ya le expliqué a mi hijuelo que está mal cumplir de esa manera”, “creo que Sergio estuvo desesperante, empero deberías perdonarlo”, “el principal considera que los senadores se comportaron mal al negarse a debatir”.
El mal, el trastorno o el ultraje que se hace o se recibe asimismo se puede tildar como mal: “las voces de Roxana me hicieron mucho mal”, “no quiero hacerte mal, sin embargo, te pido por patrocinio que te marches”, “el mal que provocó la obra minera en esta demarcación en la vida podrá ser reparado”. En el terráqueo de la pócima, se flama mal a una lesión, un cambio o una afección.
El mal de Alzheimer, por emplazar un suceso, es una indisposición neurodegenerativa que, por la muerte de neuronas y la inmovilidad de demarcaciones cerebrales, produce la frustración progresiva de potenciales cognitivas y de la disertación. El mal de Chagas y el mal de Parkinson son otros aprietos que pueden aturdir a la sanidad.
